
Los pilares de nuestro legado
En cada loncha de jamón ibérico y embutido de bellota vive nuestra historia: el legado de una familia y la herencia de una raza única y el privilegio de un entorno inigualable. No somos solo productores de ibéricos, somos guardianes de una tradición centenaria. Nuestra Herencia 1920 se fundamenta en tres pilares esenciales y cada pieza que elaboramos lleva consigo nuestra identidad y el compromiso con la excelencia.
Una familia dedicada al ibérico desde 1920
Cuatro generaciones perfeccionado cada proceso, con la misma pasión del primer día

En 1920, nuestro bisabuelo Bienvenido sentó las bases de un sueño. Un hombre de campo con una visión clara: elaborar los mejores ibéricos respetando el producto y la tierra. Su trabajo y sus valores son la piedra angular sobre la que se construye todo.

La segunda generación tomó el relevo con la responsabilidad de consolidar la tradición. Fueron años de crecimiento, de afianzar el "saber hacer" y de transmitir a sus hijos una cultura de trabajo donde la calidad siempre estaría por encima de todo.

Crecimos entre secaderos y dehesas. Hoy, como tercera generación, seguimos fieles a ese legado, combinando la artesanía de siempre con las técnicas más innovadoras para ofrecer ibéricos con un sabor inolvidable y la garantía de un proceso cuidado al detalle.

La cuarta generación representa el futuro, un futuro que mira con respeto al pasado. Con la misma mentalidad de ganaderos, continuamos con el ciclo cerrado de elaboración que mantiene viva nuestra esencia artesanal, garantizando que la historia de Enrique García siga contándose durante, al menos, 100 años más.
Salamanca, la cuna de nuestro sabor, nuestra tierra
Nuestro origen es la tierra. Aquí, en la cuna del ibérico, los inviernos fríos y veranos secos crean el clima perfecto para una curación única. Valdecarros no es solo nuestro hogar, es la garantía de que nuestro origen es sinónimo de excelencia.